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Porquería

un blog de Guillermo Fadanelli

Los naipes de la abuela

sábado, octubre 22, 2005
A lo largo de mi vida he tenido buenos amigos. Salí a mi abuela Salustia que aún después de sus 60 años continuaba organizando fiestas escandalosas en las que participaban decenas de ancianas que, en suma, debían acumular en sus cuerpos casi todas las enfermedades del mundo. Entre ellas recuerdo a una en especial, Conchita Jiménez, que bebía como cosaco sin perder el estilo ni la estabilidad. Cuando le preguntaban cuál era el secreto de semejante fortaleza ella respondía, seria como un enterrador, que el licor no le hacía efecto porque la mayoría se lo tomaba su marcapasos. Tanto sus hijos como el doctor que la atendía decidieron que la duración del marcapasos tendría que ser de cinco años pues dudaban que la anciana pudiera sobrevivir más allá de ese tiempo. Conchita Jiménez se quejaba porque estaba segura que viviría más años y no quería someterse de nueva cuenta a otra operación. Varias veces tuvieron que cambiarle el complejo marcapasos a esta mujer que vivió más de 90 años. Llevaba todos los marcapasos viejos en la bolsa y los sacaba a la menor oportunidad. Los colocaba sobre la mesa: ?¿Alguien quiere apostar a que me muero este año??, decía socarrona Conchita Jiménez.

Como mi abuela yo he perdido también muchos buenos amigos. La diferencia es que mientras los míos se iban simplemente al carajo, los de ella se metían para siempre en el ataúd. Es una tristeza que las amistades no duren para siempre. Tarde o temprano el desencanto se hace presente, la envidia, el hartazgo, la estúpida competencia, los celos llegan para quebrantar las amistades más sólidas. Me es imposible olvidar a las sexagenarias amigas de mi abuela sentadas alrededor de una mesa jugando naipes. No faltaban jamás a la partida, excepto cuando la muerte tocaba a las puertas de su casa. Viciosas como eran, si hubieran tenido oportunidad habrían continuado la partida encima del ataúd.

Haciendo sumas, la vida útil de un amigo está entre los cinco y los 10 años. Lo demás es drama mal llevado o hipocresía. Cuando los amigos comienzan a comportarse con la patanería de un familiar o el cinismo de un abogado lo mejor es enterrarlos de por vida. No hacerlo equivale a volver la vida más triste de lo que ya es. Una excepción: conservo una buena amistad con una persona desde hace 30 años sólo porque nos vemos para comer aproximadamente cada 12 meses. La razón de esta lejanía es que difícilmente tolero a los niños -mi amigo tiene tres- y su esposa cree que soy una mala influencia. Así he perdido varias amistades: porque sus mujeres creen que los llevaré por el mal camino. Y tienen razón.
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